Por esta imágen y casi cincuenta más, la mayoría movida o fuera de foco, pero testigos innegables de una cercanía que paralizaba, emocionaba y sacudía a la vez; bien valieron las 5 horas de cola en una vereda sucia y con olor a pis de gato de la Boca, las 3 horas y media parada contra la valla esperando que salgan a escena, las 3 horas de golpes, saltos, lagrimones y gritos que duró el recital, la hora y media de cola para tomar un colectivo y las dos horas de viaje de regreso a Nuñez con los huesos molidos y a punto de desmayarme. Todo eso es poco comparado con la sensación que viví y que atesoro hasta hoy.

Nada ni nadie podrán quitarme jamás el recuerdo del lagrimón que se me piantó cuando Joaquín cantó "Con la frente marchita", ni el nudo en la garganta ante la imagen amplificada del Negro Fontanarrosa, ni la sonrisa infinita cada vez que uno de los dos se me paraba enfrente, ahi nomás, a tres metros de distancia y yo en mi loca cabecita sentía que me cantaban a mí, que nada más existía a mi alrededor.

Con qué se me podría borrar la imagen de la bombonera vibrando (literalmente) con casi 50.000 personas que cantaban al unísono cada una de las canciones de un recital maravilloso.

Como creen que voy a dejar de pensar que por unas horas el océano dejó de ser una barrera y ahi estaban, ellos, siempre tan lejanos, tan admirados, oidos apenas a través de videos o cd´s, ahi junto a mi; sin charco ni allá ni acá, ni Españas ni Argentinas... ellos en la Bombonera y yo disfrutándolos.

Eso, y mil cosas que no sé explicar con palabras; aunque no lo crean, hay momentos que no entran en letras por muy charlatana que sea esta libélula loca.

Si quieren ver algunas fotitos más, de a poco iré subiendo casi todas las que traje a mi página de flickr, pasen y vean. Acá sí podés decir lo que quieras:

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