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sábado, junio 27, 2009


Sinceridad en veda 



En plena veda, con todo lo que vengo acarreando dentro de la cabeza en esta larga campaña, que no comenzó hace un par de meses sino que lleva ya algo mas de un año, me siento tan revolucionada por dentro que decidí hacer un simple y sano ejercicio catártico virtual.

¡Desembuchar! y para eso qué mejor que mi blog, al fin y al cabo para eso lo tengo. Si alguien coincide que me lo diga. Y si alguien está en contra que me lo diga también, que ya estoy más acostumbrada a eso que a lo anterior.

La principal causa de mi revolución interna es que ¡estoy nerviosa!

Sí, estoy nerviosa, como muchos. Tengo un cierto temor que pocas veces he sentido ante una elección. Está bien, también es real que esta es la primera vez que me siento tan comprometida con una propuesta. Es la primera vez que, esa parte mía que tanto suelen criticarme: obsesiva y extremista, salió a jugar a la cancha grande, dejando atrás el potrero donde los picaditos eran entre (o contra) familiares y amigos. Es la primera vez que me la juego en serio y, por supuesto, también es la primera vez que creo en serio que no hay otra opción.

Estoy más nerviosa, por supuesto, que cuando de adolescente salía a pegar afiches en campañas que no verían mi voto en las urnas por no darme la edad; en esos años no sentía lo que hoy siento cuando miraba con admiración a gente que ya ni recuerdo, pero de la que atesoro un legado pleno de ideales guevaristas. Será también por eso que estoy inquieta y revolucionada internamente, porque era más sencillo ir tras las utopías, devorar libros, ver todos los discursos del Che, coleccionar documentales y películas, asistir a todas las reuniones; en fin, sentirse guevarista cuando la gran final siempre la jugaban otros.

Estoy nerviosa porque desde la famosa 125 me di cuenta que la cosa ya nunca más correría por esos carriles. Que yo no podía mantenerme en mi militancia privada y personal, en tanto que aquello que tanto rechazo me ha causado desde siempre comenzaba a crecer a mi alrededor, como una masa minada de la peor de las levaduras. Después de la 125 volví a viajar 365 km solamente para ir a la Plaza, aunque me tocó volver con los puños apretados y la rabia hecha un nudo en la garganta después del nopositivo de quién ya todos conocemos.

Estoy nerviosa porque a mis 40 pirulos mis hijos me observan, y ya no se trata solamente de hacerme la rebelde con mi vieja anti-peronista, ahora la cuestión es mucho más grosa. Ellos me han visto discutir en serio, con criterios firmes, con convicción absoluta. Ellos me escucharon defender un modelo que viene de la mano de gente que pertenece al partido que siempre les conté que era el de su abuelo, mi viejo; pero que nunca escucharon que fuera el mío. Y es cierto, nunca tuve un partido, más bien siempre fui tras un ideal, un proyecto, un sueño popular y nacional. Pero resulta que ahora ese proyecto está acá, lleva la firma K y es peronista. Y yo lo sigo, me comprometo, peleo, pongo la cara y el nombre y apellido. Y mis hijos me están viendo.

Estoy nerviosa porque me da miedo pensar que ya no es solo mi vieja anti-K, mañana serán los miles de clasemierderos argentos, más los miles de agrogarcas, más los miles de confundidos por un discurso de izquierda que hipócritamente favorecerá a la más radical de las derechas, más los gorilas de siempre que están deslumbrados y relamiéndose por regresar al neoliberalismo de los 90´s, más los golpistas que se comen las uñas ansiosos por tirar para atrás todos los juicios a los genocidas, humillar a Ebe y a Estela, desmantelar todo lo logrado en ese sentido... estoy nerviosa por todos ellos y por nosotros, por los que tal vez no llegamos a hacer lo suficiente para que seamos más.

Está bien, tal vez mis nervios no deberían ser tantos, tal vez debería confiar un poco más en los miles y miles que piensan en serio, que mañana celebrarán como lo que es una elección tan importante como esta: una fiesta popular que nos convoca a todos para elegir, y elegir bien. Tal vez sería mejor fijar mi pensamiento en los muchos que gracias a la 125, se dieron cuenta que ya no es tiempo de hacer política en familia sino que hay que salir a dar la cara, a juntarnos, a defender la democracia de todos y a mantener lo mucho que se ha logrado.

Pero sobre todo, lo mejor que puedo hacer hoy, es pensar que somos un montonazo los que pensamos en nuestros hijos y en el país que les estamos dejando. Por eso, no es posible que escojamos el vacío de criterios, de ideas, de propuestas. Ni que le demos poder a los privatizadores, discriminadores, individualistas que quieren convertir una vez más esta tierra que tanto amamos en un festín de pizza y champagne para unos pocos; en tanto ocultan la miseria y el desamparo tras muros de injusticia, violencia y olvido.

En eso estoy, en plena veda, nerviosa pero esperanzada. Nerviosa pero con la conciencia tranquila. Nerviosa pero confiando en que hice todo lo que pude y lo hice, dentro de mis posibilidades, bien. Nerviosa pero victoriosa.

Por la memoria y por una patria justa, soberana y para todos. ¡Venceremos!
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