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jueves, diciembre 03, 2009


El hombre de la bolsa jura en el Congreso 




Hablemos en los términos que entiende una oposición tan infantil que llevan horas reunidos enredando y desenredando sus propios tejes y manejes por un solo juramento de los 127 que se harán en apenas algunos minutos: el de Néstor Kirchner.

Sí, el hombre de la bolsa para esta oposición inmadura es nada más y nada menos que ese hombre flaco e informal que hace ya seis años juraba por un lugar mucho más importante, el de Presidente de todos los argentinos. Y lo hacía desde ese entonces dando muestra de los muchos cambios que vendrían con él, un toque de desenfado y bastante de la buena costumbre de dejar de lado el protocolo para ser naturalmente un ciudadano que se hacía cargo de la papa más caliente de la historia, esa misma papa hirviendo que se pasaron de mano en mano 5 presidentes patéticos, cuyas presidencias y promesas mentirosas duraron lo mismo que les duró el valor y la decencia: un suspiro.

Ese hombre que se atrevió y agarró graciosamente el timón del barco en el momento en que la tormenta arreciaba con más fuerza, ese que tantos aplaudieron e incluso logró arrancarles una sonrisa con su curiosa manera de tomar el bastón de mando, símbolo justamente de esa nueva forma de pilotear el barco que se venía en la Argentina. Ese que tantos elogiaron y hoy defenestran.

Ese hombre que tocó los intereses que nadie antes osó tocar, y le valió el título que hoy ostenta: el de "hombre de la bolsa", el "cuco", el demonio, el más malo entre los malos.

Ese mismo jura en unos minutos para sentarse en una banca en el Congreso como Diputado, y la infantil oposición tiembla y conspira y no sabe qué hacer, porque aquel a quién más temen se sentará entre ellos, y lo hará con una promesa que les quita el sueño: defender e impulsar todos los proyectos enviados desde el gobierno. En otras palabras, el hombre de sus pesadillas se sentará a darles batalla, una vez más, en defensa de este gobierno nacional y popular. Y ellos se mueren de miedo.

Afuera en cambio, flamean las banderas, y el pueblo se acercó a apoyarlo. Será que el pueblo ha madurado y ya no cree en el "hombre de la bolsa" ni hay que amenazarlo con "el cuco" para que haga lo que otros quieren.

Será que los buenos nuevos tiempos siguen su marcha y las demonizaciones y los cuentos de brujas son cosas del pasado que solo hacen efecto en las mentes retrógradas y reprimidas de ciertos hombres pequeños, en el más amplio sentido de la palabra.

Será que la madurez de este pueblo comienza a verse donde realmente se manifiestan los pueblos: las calles, en tanto que la chatura de los miserables se sigue viendo donde siempre se vio: la caja boba, el lugar desde el que por siglos les han contado las historias de miedo para que tomen la sopa que los poderosos les preparaban.

Yo, personalmente, ya no creo en los cuentos de terror, en cambio sigo creyendo eternamente en el pueblo y en un futuro venturoso; sobre todo cuando a algunos personajes eso los pone tan inquietos.

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